7/6/13

El encierro como puerta. Grupo Waterlanders en una vieja cárcel de Holanda


Un alguien vivía en una cárcel. Una con forma de casa y olor a sillones. 
Ese uno vivía rodeado de sus objetos y de sus pisadas conocidas sin casi recordar el porqué estaba ahí. 
Hablaba con él mismo o con los muebles y aunque escuchaba voces que venían de afuera, no podía entenderlas. De alguna manera se había borrado su comprensión de los otros y de los ellos.

El uno pasaba los días con preocupaciones del tamaño de un salero que se quedaba sin sal o de una canilla que cerraba mal. El pasado anterior era algo que casi no recordaba. Era tan infinito el tiempo del encierro que sentía que había nacido ahí y que el olor a lluvia del campo de la infancia era el de una colonia que había en algún estante. 

El lugar donde había sido confinado tenía ventanas al exterior y una puerta por la que se podía entrar y salir sin avisar. No había carceleros ni sistemas de alarmas. 
Sin embargo Ese, o Este, no intentaba el escape. Pasaba los días rodeado de algunos objetos y de unas pisadas conocidas. 


Waterlanders
Era la primera nevada en Wageningen, Holanda. Yo, madre, iba rumbo al único museo llevando al niño en su carrito.  Como me sucede algunas veces (no tan seguidas como muchos creerían) me perdí. Pregunté a un hombre y una mujer que salían de un edificio y me explicaron que estaba muy cerca, pero que aprovechara la oportunidad de visitar el destacamento de policías.
-Gracias-dije -,pero otro día, trabajo en museos y hace varios días me organicé para ir al museo hoy. Me voy en dos días de Holanda-
Ellos insistieron: -Se está por tirar abajo porque se mudaron y hay obras ahí adentro-
En una mezcla de no querer ser descortés y alguna intriga por espiar el lugar, decidí entrar. Faltaba una hora para el cierre del museo y ya sabía que estaba a dos cuadras...perder cinco minutos no me iba a cambiar demasiado.

El principio
Nunca llegué al museo.
En cuanto vi los pasadizos y escuché los ladridos de perros "atrás de una puerta" supe que eso era lo que había salido a buscar esa tarde de nieve...

A la derecha se ve al artista con la cámara
y al fondo la pantalla
El herido 
Después de caminar unos metros apareció un hombre que mostraba algo que no había mirado antes tan de cerca. En una pantalla se podía ver en primer plano su brazo. Él se filmaba a sí mismo moviendo la cámara y agrandando o achicando la imagen. Se veían los pliegues, los lunares, los pelos...pero lo más llamativo era una pequeña herida en un dedo. Era tan nítida la imagen que se notaba la sangre coagulada y los bordes rotos de la piel.

Ese hueco se convertía de golpe en el centro. El dolor aparecía al desnudo mostrando capas y detalles de eso que no se quiere mirar...Quizás para hacernos pensar que en el encierro el sufrimiento es lo que lo ocupa todo, lo que se extiende en toda su extensión. Tal vez porque es una forma de pena que no tiene filtros y que no puede evitar todo su "sangramiento"...

 ¿Qué lugar ocupa el sufrimiento en los museos? ¿Y en las visitas guiadas? ¿Hay lugares cerrados u opresivos en las dinámicas de los equipos educativos que generen "dolor"? 


La bailarina
Flaca y vestida de negro una chica bailaba apoyándose en tiras de elástico. Las rectas que cortaban el espacio se iban arqueando a medida que ella se movía. La música era suave y sin una melodía definida. Ella pasaba su cuerpo entre las líneas y no miraba a los que la miraban.

Parecía que era capaz de curvar las rejas, de volverlas blandas. Que de alguna manera lograba que el encierro no solo no le impidiera el movimiento si no que la impulsara a inventar nuevos modos de estirar las piernas y doblar los brazos.
Como Cervantes, Miguel Hernández o Mauricio Rosencof parecía que los cerrojos y las rejas le abrían otras posibilidades y ella volaba "aunque"  y "gracias a" que estaba ahí.

¿Qué vallas de los museos nos pueden servir para potenciar nuestras búsquedas educativas? 


El rayador 
Un hombre descalzo y en mangas de camisa trazaba rayas de tiza negra en la escalera, las paredes y el piso. Como si el mundo fuera un tablero él lo dibujaba todo con una regla. El espacio quedaba delimitado  por los sectores que armaba. Quedaba cruzado por todas partes, cortado, partido, por líneas rectas.

Pienso en los caminos rectos, en la manera de caminar sin salirse de la raya, en el modo de mirar el mundo en forma de cajones o estantes...¿Será que las rejas de las cárceles se usan derechas para poner delante de nosotros, los convictos, el modo en el que tendríamos que vivir?

¿De qué manera se sacan de curso las ideas lineales, fijas e históricas de los equipos educativos? ¿Hay forma de pasar entre las rejas? ¿Cuáles son las rejas que creemos tener delante?

Los fantasmas a su antojo
En el interior de una de las celdas se proyectaban diferentes saltos y acrobacias que uno de los artistas había hecho en ese lugar. Cada serie de acciones tenía un color diferente y se podían ver simultáneamente.

Como en "La invención de Morel" o "Un cuento de navidad" daba la impresión de que los fantasmas de ese hombre estaban ahí. De que sus vidas pasadas o futuras aparecían de alguna manera desafiando el espacio blanco y frío del calabozo.

Seguramente, los caminantes, también compartíamos la experiencia con los fantasmas de los que estuvieron encerrados. Fantasmas invisibles que recorrían el espacio con los escarpines de la época  de mamaderas y las zapatillas de los juegos en el patio de una escuela lejana; fantasmas de la época de los primeros besos y del cigarrillo a escondidas; fantasmas de la futura libertad en donde otra vez se podía sentir el pasto abajo de los pies o convertirse en eso que se había imaginado en las horas sin tiempo del encierro.

¿Qué fantasmas llevamos a cuestas? ¿Cómo se podrían sacar a jugar por las salas de los museos? 



La arpista hereje
En los baños había graffitis en las paredes y en el techo había notas en un pentagrama. Una arpista tocaba leyendo la melodía en esas anotaciones hechas a lápiz.

Las palabras de las frases estaban en holandés, pero era fácil imaginar palabras "incorrectas". De esas que no debían escuchar los carceleros. De esas que ni siquiera salían frente a los amigos. Y era curioso que en el lugar más sucio, más lleno de palabras herejes, lo que sonara fuera el arpa. Como si los ángeles hubieran decidido bajar hasta ahí a quedarse un rato a gozar de eso que no se conoce en el cielo o que, tal vez, es una parte del cielo que pocos nos atrevemos a reconocer.

¿Cuáles son los lugares ciegos de los museos? ¿Esos en donde se puede "hacer-lo-que-se-quiere" sin ser vistos o evaluados? 


Llaves de la felicidad o algo así
No es el cofre de Soldán* y por eso, claro, lo del viaje a Bariloche se los debo, pero son algunos caminos a los que pueden llegar con el mouse y que tal vez aporten algo más a este viaje por encierros y apresados.
"Proposals for Kiasma" de Peter Liversidge
exhibición Reality Bites
  • Gracias a un twitt de Alejandro Piscitelli llegué a este video que me hizo pensar en el hombre que trazaba rayas. Me dio sensación de opresión imaginar un mundo en donde las miles de acciones que hacemos por día se midieran y contabilizaran. Ir al video
  • En el museo Kiasma de Helsinki vi una obra construida con una enorme cantidad de cartas sobre proyectos artísticos que había mandado un artista, Peter Liversidge, al museo. Todas habían sido rechazadas y ninguna se había llevado a cabo. Lo "no hecho" se había convertido en un "hecho" en sí. Me hizo acordar a eso que alguien dice por ahí de que lo que imaginamos de nosotros mismos, también es cierto. Me gusta pensar en esos sueños como fantasmas que nos marcan el paso del "quienes somos". 
  • Creo que hay vidas que parecen encarceladas o sin mayor brillo, pero que gracias a que supieron encontrar lugares "ciegos"  fueron capaces de salirse con las suya. ¿O no es el caso de Vivian Maier, la niñera que sacaba esas fotos increíbles en su tiempo libre y cuyas fotos (negativos no revelados) fueron descubiertas en un mercado por azar?  Ir a la página de Vivian Maier
*Silvio Soldán es un conductor de TV que en los años 80 dirigía un programa para jóvenes que se llamaba "Feliz domingo" y premiaba al grupo ganador con un viaje de egresados a Bariloche

Cerrando el camino
Dedico esta entrada a las chicas de la cárcel de menores Inchausti con las que leímos y escribímos durante tres años con Juan, Lorena y Horacio (también Marcela, Carina y Gabi).
A ellas les tengo que agradecer que me enseñaran que se escapaban del lugar cada vez que sus cartas de amor llegaban al amado. También que las poesías se habían inventado para ser copiadas y re-inventadas las veces que fuera necesario.

Al que le interese leer más sobre esta experiencia que tanto nos aportó a los que la llevamos adelante le recomiendo que lean estos dos artículos que están online (hay más escrito, si alguien le interesa me pregunta).
"Lo que puede la literatura. Una experiencia de lectura con menores privadas de libertad" por Horacio Piñeiro 
"Palabras de un color y de otro" por Juan Groisman (es un documento word que se baja haciendo click aquí )

2 comentarios:

  1. Mechi querida
    ¡Qué hermoso paseo me has regalado!
    Te abrazo
    Stella

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡¡¡Gracias!!! ¡¡Me alegra que te haya gustado!! A mí la experiencia me resultó muy intensa y me encantó conocer al grupo Waterlanders

      Eliminar