23/5/11

Adentro de la radio viven hombrecitos- Muestra "los sonidos del ayer"- Salamanca


Ser hombrecito de radio no era un trabajo como cualquier otro. Era difícil conseguir un puesto porque no entraban más de tres o cuatro adentro de la caja de cada aparato. El entrenamiento podía durar años y en él se practicaba el arte del bien decir. Largo tiempo de Blablablas, blublus, brrrrs, gárgaras de huevo y ejercicios para relajar la voz. Detenidos meses para concentrarse en las frases y las canciones que debían ser ejecutadas al pie y al ojo de la letra.

Una vez que un hombrecito recibía el diploma se le otorgaba un apretón de manos y un traje café con sombrero de fieltro. Su destino se sorteaba entre las casas de artículos del hogar del país y allí debía esperar hasta que una familia eligiera el aparato que a él y a otros más les había tocado en suerte. Llegaba el día de la compra y la radio viajaba hasta el salón de alguna casa. Adentro había que estar atentos al movimiento del dial para usar la voz adecuada al leer los guiones. Si alguno se enfermaba se usaba el recurso de “la mala señal” rascando el micrófono para dar sensación de lejanía sonora. Si alguno se distraía con las risas que venían de afuera, sus compañeros le daban un pellizco para hacerlo volver a la palabra. Si alguien tenía ganas de mirar el mundo exterior, se lo dejaba espiar unos minutos por los agujeros del altoparlante.

Cuando llegaba el tiempo de la jubilación se les hacía una gran fiesta y podían volver a vivir en sus casas. En sus hogares armaban una radio con una caja de zapatos pintada de oscuro y perillas de color verde. Apoyaban su cabeza en la mano y acercaban la oreja al aparato. Y ahí ellos podían adoptar las posturas que habían visto tantas veces en los "deafuera" y escuchar por primera vez las historias narradas en otros tiempos y reírse y llorar aunque el guión no lo hubiera dicho.

La muestra "Los sonidos del ayer" en el Museo del Comercio de Salamanca
El Museo de la Radio en Salamanca está dentro del Museo del Comercio. El recorrido es cronológico y empieza con biografías breves de los que de una manera u otra trabajaron para crear la radio.
Hay épica en la narración de las vidas de estos “inventores”. Así Marconi es el héroe joven que con “sólo 23 años”, en un “otoño” y luego de “muchas pruebas” logra una trasmisión de 2 km. También es el que vence los prejuicios de los “científicos” de la época que decían que era imposible trasmitir a través del océano. Roland de la radiodifusión capaz de salir adelante con su valor y convicción personal, Cid Campeador que por fin obtiene el reconocimiento mundial al recibir el Premio Nobel. ¿Es que alguien tiene una idea diferente de Graham Bell o Edison? ¿No nos fueron mostrados siempre como genios románticos que en la intimidad de su laboratorio generaban franquesteins maravillosos? Nos gusta leer sus proezas, pero tal vez haya más posibilidades para pensar a estos científicos.

Biografíassss y Borges también
La biografía también es ficción y en cada palabra que se elige hay una decisión sobre lo que se quiere iluminar de esa vida. Pensando en Marconi se me ocurren otras posibilidades para su historia en el Museo de la Radio: “Marconi, y la necesidad de comunicarse con el otro”, “Marconi, el lector”, “Marconi: el radioteatro que no es teatro”, “El hombre también se aburre de sus ideas”, “¿Por qué a la radio no se la llamó ‘Marconi’?”
Anoche encontré esta cita de Borges que le da una vuelta al tema: "Tan compleja es la realidad, tan fragmentaria y tan simplificada la historia, que un observador ominsciente podría redactar un número indefinido, y casi infinito, de biografías de un hombre, que destacan hechos independientes y de las que tendríamos que leer muchas antes de comprender que el protagonista es el mismo.(...) No es inconcebible una historia de los sueños de un hombre; otra de los órganos de su cuerpo; otra, de las falacias cometidas por él; otra de todos los momentos en que se imaginó las pirámides; otra, de su comercio con la noche y las auroras.", (Borges : 2005, pag 163)


La réplica de una sala
En un costado del Museo se ve una sala de los años cincuenta-sesenta con sillas frente al mueble que albergaba el “combinado”. La miro un rato y no me cuesta imaginarme a personas sentadas en comunidad para compartir un mismo sonido. Me gusta que recreen esa manera de escuchar porque habla de un pasado en donde esa forma era la más habitual. Un pasado en donde una comunidad de personas se daba cita para vibrar al compás de una nota o/y una voz aunque la escena que cada imaginación proyectara fuera bien distinta. Pienso que no estaban alejados de las noches en ronda de las tribus ni de los cantores de gestas de los pueblos. Tampoco de los minutos en los que me río junto al taxista que va escuchando a la negra Vernaci o cuando en una oficina un auricular se comparte para seguir el partido de turno. Cuando somos dos o más para escuchar, las ondas se multiplican y se cruzan y se rozan provocando un nuevo tejido. Tal vez para enriquecernos con el otro, tal vez para saber que no estamos solos. (C.S. Lewis en Tierra de Sombras)


La imagen
En el Museo de la Radio no hay hombrecitos sino una mujercita. No tiene sombrero de fieltro, pero es muy probable que algún día le llegue la jubilación y prepare su caja oscura para volver a escuchar los sonidos que alguna vez provocó.

9/5/11

Toda la carne al asador- "Fuego" Centro Logomo- Turku (Finlandia)


“Perdona es que yo caminaba por aquí y en tu alcoba vi la luz, perdona la actitud…”
Nada que perdonar, Luis Alfredo, que Cristal está empañada de tanto esperar! Ella que era hija de quien no sabía, su madre que la empleaba sin saberlo, él que era hijo adoptivo de la madre… Uno más uno, tres...

Y nosotras que no nos perdíamos un solo capítulo y coreábamos en los recreos la letra que nos unía en ese fuego que se encendía todas las tardes en la pantalla del canal nueve de Romay. “De noche sueño cosas prohibidas con Carlos Mata” dijo R. y aunque sabíamos que no correspondía pensar en “Eso”, no podíamos evitar admirar su valentía al confesar lo que nadie más se atrevía a decir.

Las mañanas antes de izar la bandera se desgranaban en los detalles de lo ocurrido en la tarde anterior. Siempre había alguna que no había visto y muchas otras que, como yo, queríamos revivir algo de las llamas ardidas en acento venezolano. Había quienes recortaban la foto de él para pegar en la carpeta, otras que escribían declaraciones en el diario íntimo resaltadas con marcador flúo…

Lejos quedaron esas épocas, pero ay, Luis Alfredo, ay Carlos Mata, ¡cómo olvidarte!, nuestra vida eras tú y solamente tú, todavía esperamos para que nos abraces y veas que aún en nuestro ser hay fuego que apagar.


La muestra sobre el fuego
La ciudad de Turku tuvo un incendio en 1827 que la destruyó casi por completo. Un verano demasiado seco, sistemas precarios para apagar el fuego y mucha gente que había ido a otra ciudad a hacer compras... La exposición “Fuego” en Logomo (Turku) toma ese tema como puntapié para una muestra temporaria.
Para entrar a la exhibición hay que atravesar una sala oscura en donde se proyecta un corto con personajes dibujados. La historia del fuego sucede en dos paredes enfrentadas y se invita a los visitantes a un juego de sutilezas en donde no hay palabras pero sí mucha línea negra y diferentes fuegos naranjas. La magia está planteada y pasar a la sala principal es un deseo de todos.

Adentro hay un gran salón con distintas ofertas. Hay un carro de bomberos antiguo que larga agua de verdad, en una sala se puede probar a encender fuegos con piedras y maderas, en otra hay una réplica de una calle antes y después del fuego, en una alfombra se puede jugar a rescatar a la gente que salta por las ventanas, en una esquina se ven algunas de las cosas que se rescataron del incendio. Hay un despliegue muy grande de interactividades que invitan a participar en cada espacio. Siempre hay algo para leer y hacer. Además de las salas que se relacionan directamente con el hecho histórico hay otras que rodean el tema del fuego y los incendios… se puede entrar a un camión de bomberos actual, escuchar canciones que hablan del fuego en distintas partes del mundo, entrar a una sala en donde se hablan de los distintos significados de la palabra “fuego”, armar una tapa de revista…

Muchas de las propuestas son maravillosas y sugerentes, me gusta que me pregunten qué salvaría de un incendio y que me ayuden a pensar que infierno y purificación usan la misma metáfora, también ver la recreación de la casa antigua y probar a encender el fuego, pero a pesar de que participo en cada actividad salgo con un sabor extraño…cómo si me quedara con las ganas de algo o con demasiado de todo…


El problema de la selección
No queda claro si se habla del incendio de Turku o del fuego en general, me pregunto para qué escuchar a Lolita Torres cantándole al fuego y para qué armar una tapa de revista...Siento algo de ruido en la exposición, como si hubieran querido abarcar la mayor cantidad de temas y de significados.
Pienso que una muestra temporaria funciona como un cuento corto, sin el tiempo de la novela para el desarrollo profundo de personajes y escenarios. Es por eso que tal vez es importante animarse a abandonar lo que esté de más. Como dice Cecilia Bajour (1) sobre la literatura:
“No decirlo todo. Insinuar. Sugerir. Callar. Mostrar a medias. Todo arte se vale de este delicado equilibrio entre lo que dice y lo que calla. Entre lo que muestra y lo que oculta.(…) En todas esas decisiones hay una representación sobre el lector. ¿Cuánto se le dice y cómo? ¿Qué riesgos depara la medida del decir y del mostrar para la historia, el poema, la imagen? ¿Qué consecuencias tiene para el que lee y qué se espera de él? ¿Cómo se hace para que lo sugerido no signifique un abismo insalvable en el diálogo entablado con el lector y sí un horizonte hacia donde se puede caminar construyendo sentidos? ¿Dónde está el borde que marca
el exceso en el decir y el mostrar?”

Poder entender la muestra como una pieza de música o un cuento es pensar también en adagios, climas, ritmos, texturas. Es pensar que en la selección habrá una idea y que el diálogo entre cada una de las “escenas” que se deciden mostrar permitirá volver sobre ese concepto y/o emoción desde diferentes miradas. Creo en la potencia de un movimiento hacia adentro con la paráfrasis y la veladura como leyes. Volver a decir, darle vueltas a la cosa, añadir capas de significado, para que no salgamos de las muestras como paseantes distraídos sino como “iniciados” que acaban de caminar sobre carbón ardiente para conocer algo que no sabíamos de nosotros mismos.

5/5/11

Un cuento sin entrada- El Parque de los Mumin- Naantali (Finlandia)

No hay nadie
Sí, alguien hay
¿Quién?
Uno, dos, tal vez cuatro...,pero los que no están son ellos.
¿Quiénes?
Los otros

Un Museo cerrado
Es primavera y el Parque de los Mumin en Naantali (Finlandia) todavía no abrió al público. Entramos sin pagar la entrada y accedemos a la parte exterior de los edificios sin que se nos pregunte nada. En el medio del bosque aparecen casas, barcos y máquinas que recrean las historias inventadas por Tove Jansson.
El vacío no me provoca inquietud, no, no es eso lo que siento. No es una de las plazas deshabitadas de De Chirico en donde la vida cotidiana parece detenida, es un parque temático...siento cierta alegría y tal vez gusto por entrar fuera de temporada. Me alegro de que no estén los animadores que deberían estar, ni los muñecos de tamaño humano, ni los padres con sus cámaras de fotos, ni las parejas japonesas casándose ahí. Me gusta ese silencio y que nadie quiera entretenerme.

Imágenes sin palabras
Todavía sé poco de las historias de los Mumin, apenas voy por el primer libro. Me pienso una Robinson entrando a ese mundo del que no sé prácticamente nada. Mis ojos son la guía. Las recreaciones de los distintos espacios en donde viven los personajes aparecen sin que pueda asociarlos al texto escrito. Recorro el bosque en busca de las porciones de historia distribuidas por ahí. Sé que algo de la niña que salteaba las páginas "depalabras" de la Biblia para encontrar las "dedibujos", está parada hoy en ese parque. Camino para encontrar lo escondido y para tratar de tener más datos para armar el cuento. Sé que cuando lea todos los libros voy a poder entender otras cosas, pero lo que vea este día tendrá la luz de lo extranjero y de la promesa.

Leer antes de leer
Ya nadie discute que una persona que no sabe leer pueda realizar diferentes interpretaciones a partir de las imágenes. Pero mucha gente va a asegurar que aquellos que leen entienden mejor.
¿Es verdad?
¿De verdad desde que el mundo escribe y lee "entendemos" mejor?
Walter Ong y otros académicos hablan de las diferencias de los pueblos orales y los que saben leer y escribir. Del papel que juega la memoria en cada uno y las diferentes formas de pensamientos de cada grupo. Es claro que gracias a la escritura hay filosofía, aviones y demás, pero ¿habremos perdido otras capacidades?
Ruth Corcuera, la investigadora que sabe de tejidos antiguos, dirá quizás que cierta conexión con lo ritual y lo sagrado...los trovadores yugoslavos (citados en el libro de Ong) que esperan antes de contar un nuevo cuento tal vez opinen que ya no tomamos en cuenta el tiempo para que una historia se haga carne...algún pintor analfabeto
del medievo puede que sostenga que confiamos demasiado en la razón...

Bitácora de viaje
Veo un salón con la mesa puesta. Tal vez a los Mumin les guste reunirse...
Hay un barco de madera que tiene su proa hacia el Báltico. Debe haber alguien a quien le guste navegar. Pensar en historias de viaje ya me dan ganas de saber más.
En un costado aparece una máquina con aspas, es muy rara ¿Será un monstruo? ¿Algo para volar?
A la entrada se ve una cárcel, puede ser que haya personajes peligrosos o quizás los culpen de algo que no hicieron.
¿Los Mumin también van al sauna?
Mucho color celeste vibrante...¿les gusta el mar? ¿son buenos, tranquilos o aburridos? ¿les gustan los colores vibrantes? ¿es una licencia que se tomaron los que diseñaron el parque?