18/12/10

En un Museo de España de cuyo nombre no me puedo acordar...

Me paro a observar una visita, hay niños, obras de arte y un guía muy simpático. Pregunta por un cuadro en donde aparece una sombra sugerente. Los chicos contestan y aparecen imágenes muy distintas. El educador escucha, estimula, da pie y aparecen nuevas respuestas. Ese detalle en el que no habíamos reparado se escapa de la tela y explica lo no imaginado antes. La escena es bellísima y una empieza a pensar en sus propias sombras, en las cosas que lleva "pegadas" en la vida, en la silueta real de nuestro paso por el mundo, en..., en...El guía retoma la palabra, "Bueno, ahora les voy a decir la verdad, hay algunos que acertaron y otros que no..." y con emoción dice la respuesta "correcta" ¿Cuál es? la que pensó el autor al hacer la obra.
Los niños que coincidieron con el pensamiento de ese pintor desconocido se alegran por su capacidad adivinatoria, los otros nos sentimos en falta. De pronto la sala vuelve a ser sala y las verdades que volaban por los aires son obligadas a ocultarse en una lata que lleva la etiqueta "Idea de artista".

La gran sombra (circa 1805). Autor: Johan Heinrich Wilhem Tischbein (1751-1829); acuarela, 36×23 centímetros. Landesmuseum für Kunst und Kulturgeschichte, Oldenburg

La importancia del final

No hay dudas de que ese final resignifica la escena anterior. Al dar una única respuesta como válida convierte al resto de ideas en equivocación. El cierre de la actividad es la que provoca esta sensación de que existe una sola posibilidad y de que el resto sólo fue parte de un juego que allí se acaba. José Sanchis Sinisterra* explica cómo los finales de las obras teatrales nos hacen leer de nuevo todo lo visto. Sostiene que ese momento es muy delicado porque la súbita vuelta a la realidad del cierre del telón hace que se potencie su capacidad de iluminar el resto de la pieza, “... la drástica interrupción del flujo discursivo, la súbita-aunque prevista- caída en el vacío semántico, (...) [sobredimensiona] la significación y el valor de la secuencia precedente, que pareciera entonces irradiar un efecto retroactivo hacia la totalidad del texto transcurrido. ‘Resonancia’ llaman los narratólogos a ese efecto(...)”(Sanchis Sinisterra, P78). El problema de darle sólo entidad de "verdad" a la palabra del artista es que excluye las voces personales y puede hacernos pensar en el Arte como un lugar en donde lo íntimo no tiene lugar.

*Dramaturgo y director teatral español

Sanchis Sinisterra, José, “Cinco preguntas sobre el final del texto” en Clases Magistrales de Teatro contemporáneo, Atuel, Buenos Aires, 2003

Mis finales favoritos
No supe hasta grande que en las distintas versiones de Caperucita cambiaban los finales, no era lo mismo que el lobo muriera a que quedara vivo por ahí, tampoco que Caperucita finalizara sus días en la panza del enemigo a que el leñador hiciera su aparición, menos que hubiera un segundo lobo (la versión de los Grimm) ni que Caperucita se escapara con una soga (versión folklórica). La historia podía ser una tragedia absoluta o una simple historia de aprendizaje. Los finales de los libros y las películas que siguen son algunos de los que, a mi juicio, son capaces de hacer resonar la historia precedente de una manera potente.
  • "La triología de Nueva York" de Paul Auster
  • "Cómo me hice monja" de César Aira
  • "Ensayo sobre la lucidez" de Saramago
  • "Madame Bovary" de Gustave Flaubert
  • "Seda" de Alesandro Baricco
  • "Sexto sentido" de M. Shyamalan
  • "Cuando Harry conoció a Sally" de Rob Reiner
  • "El padrino. Parte III" de Francis Ford Coppola
¿Cuál es su lista de finales inolvidables?

11/12/10

De cómo perderse en un Juego de pistas- Museo Nacional del Prado y "la Caixa"

Caminando por el Museo del Prado encuentro dos mujeres que sostienen camperas y caras de esperar, a sus pies cuatro chicos completan una actividad, tienen la panza contra el piso y pocas ganas de terminar. Pregunto dónde se las dieron, "En informes, en el piso 0, por la entrada de los Jerónimos". Es tarde, las puertas están por cerrar, mi marido que está cansado, el Museo que es demasiado grande, los guardias que contestan de manera confusa, yo que..."¿¿¿Dónde está informes???". Camino rápido y bastante más también. De pronto la epifanía, traspaso una puerta, giro y las letras esperadas escritas en el frente de un escritorio. Como una atleta me encamino hacia la meca deseando que el cronómetro sea más lento que mis pies. Lo logro, apoyo mi mano sobre la fórmica, miro a la señorita y pido la actividad impidiendo que en el aire de las palabras escape mi agitación, "Lo siento, pero no quedan más".
(Nota: La pieza la conseguí finalmente, pero no puedo revelar el cómo. Voy a dejarlos con la intriga y lo lamento, doy permiso para que imaginen respuestas correctas y de las otras también, aunque si incluyeran algo relacionado con marcianos o dragones quedaría encantada.)

El material
La propuesta es realizar actividades en torno a dos recorridos, "Contar historias" y "Mirar sin parar". En el post de hoy voy a hacer comentarios sobre el primero de ellos que empieza con una pregunta: "¿Cómo cuentan los cuadros una historia, si sólo tienen el espacio dentro del marco para representarla?".
Es interesante este inicio en donde se pone al descubierto la tensión de la imagen qu
e invita a la contemplación y los relatos que cuentan acciones que se suceden en el tiempo y por tanto nos llevan a querer avanzar. Esta brecha, como la llama Daniel Goldin hablando de los libros álbum (Guzmán, 2000), se relaciona con lo que ocurre en los libros ilustrados en donde la escena representada nos pulsa a dejar la hoja quieta y el relato nos llama a dar vuelta la página. La pregunta es qué ocurre en el medio, de qué manera dialogan la imagen con el relato, qué aporta cada una a la otra...no es neutra la coexistencia de esos dos modos de lenguaje...Propongo pensar en lo que nos ocurriría si quisiéramos interpretar dibujos de una tribu que no dejó nada escrito y de la que no se conoce la tradición...*También puede servir recordar lo que nos sucede al ver ilustraciones de diferentes autores sobre un mismo cuento.


Los cuadros elegidos

Se seleccionaron cuadros anteriores al siglo XX que cuentan las historias de distinto modo. En la primera se analiza un tríptico de Memling (1479-80) en donde la narración se representa en forma de secuencia que aparece de izquierda a derecha, en la segunda aparece una obra de Patinir y Massys (1520-1527) en donde se ven varias escenas en un mismo espacio, la tercera es un retablo de Juan Rodríguez de Toledo (c 1415) que ordena las imágenes de manera simbólica y la cuarta un cuadro de Goya (1814) que muestra un instante de toda la historia.
Me gusta ver que el criterio de elección no sea cronológico, no porque tenga en sí algo de malo, sino porque me parece que puede potenciar esta búsqueda de las diferentes maneras de relatar. Como en "Los sueños de Akira Kurosawa" o "Noche en la Tierra" de Jim Jarmusch se presentan momentos separados que van a estar unidos por un tema en común, en este caso la manera de contar una historia.

Para seguir pensando
Diseñar itinerarios es parte de la práctica de las visitas, poder entender que el modo de seleccionar es parte del discurso es una manera de poder aprovecharla y elegirla en relación con lo que queremos contar. Existen recorridos con muchas obras y otros que incluyen sólo una, ahí van algunos ejemplos:
En torno a un tema- Museos Vivos- MNBA
La pieza del mes- Museo de La Alhambra o de la semana Museo Internacional del Estudiante
En relación a una idea o teoría- Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?- Reina Sofía
En relación a un personaje ficcional Palais de Tokio- Miss Toktok
Las obras aparecen todas al mismo tiempo y se analizan mientras se narra una historia Museo del Traje-España- "El sastrecillo valiente"



*Bucear por las páginas del "Codex Seraphinianus" es una manera de vivenciar eso. ir a datos de wikipedia

8/12/10

La tibieza de las palabras

"...toda lectura tiene raíz en el oído" dice Aidan Chambers* y cuenta de su abuelo minero capaz de contar leyendas como si fueran ciertas, de la maestra de primer grado que relataba historias de la Biblia, de su mamá que al ver que el hijo tardaba en aprender, leía en voz alta los textos. Tres voces distintas que salían sopladas de labios distintos y que sonaban de manera distinta. Que se organizaban en torno a ritmos distintos y que tenían volúmenes distintos. Grave, agudo, soprano, soprano, grave, tres maneras de entibiar la palabra para que llegara a punto a los oídos de ese niño que no sabía todavía que no iba a poder abandonarla nunca.
La voz suelta en las visitas guiadas
Tenemos suerte de poder usar la voz para comunicarnos con los visitantes. Una voz que sale frente a ellos y que flota con todos los condimentos que la letra impresa no puede igualar. Somos dueños de los sonidos que construirán los relatos o las explicaciones o las preguntas. Podemos decidir entre allegros o adagios, o entre tonos bajos o más agudos. Sabemos que si elegimos bien, nuestra voz será capaz de llevar a quienes nos acompañen a "...donde no pueden ir solos" (Chambers; 2007, 50), a lecturas de las piezas que los hagan ir más allá de lo conocido. Dedicarle tiempo a encontrar los mejores sonidos es entender que el cómo se dice un texto no es ajeno a lo que cuenta, sino que es parte de su estructura.

El cuerpo instrumento
Años de ejercicios fonoaudiológicos me hicieron reconocer las distintas maneras en las que el aire se convertía en sonido y entender el cuerpo como un gran instrumento de resonancias y fuelles. Ahí van algunas prácticas que pueden ayudar a afinarlo:
  • Darle tiempo al relato: Walter Ong cuenta en su libro "Oralidad y escritura" que unos bardos analfabetos esperaban un día o dos antes de recontar un relato escuchado. Explicaba que esto era para internalizar la narración, "Un poeta oral (...) [n]ecesita tiempo para permitirle a la historia adentrarse en su acervo propio de temas y fórmulas, tiempo para identificarse con el relato." (Ong; 2006, p65). Cuanto mayor comunicación tuvieran con lo que iban a contar, mejor llegaría al otro.
  • Ensayar: ningún violinista sale a tocar sin haber practicado la pieza al menos doscientas veces, disciplina sus dedos, escucha los tiempos para tocar cada nota, conoce lo que el instrumento es capaz de dar. El guía tiene algo de artista, como él repite las representaciones y tiene que esmerarse porque tiene poco tiempo para estar con quien vino al museo. Si bien es cierto que no hay demasiado espacio en los grupos educativos para probar las voces antes de guiar, creo que se puede aprovechar cada recorrido para escucharse y tomarlo como ensayo para la próxima vez.
  • Respetar quiénes somos: mi amiga Neftalí sufría cuando guiaba, decía que la voz le salía muy suave y que se le notaba la vergüenza que le daba hablar en público. Pero tenía una cadencia de poesía, una selección tan precisa de las palabras y una manera tan fina de mover las manos que la gente muchas veces lloraba emocionada por lo que contaba y siempre le agradecía el momento. No hay una manera ideal de guiar, saber quiénes somos es la forma de potenciar y aprovechar las capacidades personales.

Nota: las ilustraciones son de Nicolás Arispe, un maravilloso ilustrador y escritor de libros infantiles. Ir a la página


*Premio Andersen, 2002

30/11/10

Los muertos vivos


"Te juro que esta historia es verdad, le pasó al primo del tío de mi mejor amiga" nos dijo Ester antes de que empezara el fogón. Era sexto grado y el momento de lavar los platos. Frente a la pileta las cinco o seis que éramos no tuvimos problemas en cerrar la canilla. Nos miró fijo antes de empezar y nos acercamos para escuchar su cara iluminada por las pocas estrellas aparecidas . Empezó el relato y nuestras almas se apretaron en un viento quieto. La historia tenía una ruta de pocos autos, una niebla que no dejaba ver, una madre en busca de ayuda, un accidente, un hombre que decidía auxiliar a la mujer... Pero cuál, cuál era el motivo de tanta promesa ralentada...que en el auto donde estaba el niño llorando se vía un cuerpo inerte: era la dama que acababa de traspasar las fronteras de la muerte para pedir socorro

Un cuarto oscuro
Hay una sala del Museo del Convento de San Esteban de Salamanca que muestra el lugar en donde se reunían los frailes dominicos a discutir distintos temas. Está en penumbras, apenas unas luces que apuntan al piso. Una voz grave invita a tocar las paredes, como en el museo de inmigrantes de Nueva York* se nos permite mezclar nuestro ADN con el de las manos de estos personajes que ya no son de este mundo (Bedford; 2010, pag 6). La voz vuelve a hablar, pero esta vez nos pide que miremos al piso. Hay tumbas, tumbas anteriores a la época de las reuniones, tumbas que precidían los encuentros de los monjes, tumbas que hacían sonar las palabras de los vivos en consonancia con la de los muertos.

Los cuentos rodados
Cada vez que se cuenta una historia hay algo del pasado que se actualiza. Para que un relato exista es necesario que el tiempo deje atrás el momento de la invención, inevitablemente el presente nos lleva a comunicarnos con voces que ya no existen. Aunque el autor viva, al dejar la letra por escrito apaga su presente.
Si escucho Caperucita mañana podré dialogar con mi abuela sentada en su sillita de madera lustrada, o con una muchacha de la corte francesa que se muerde los labios al escuchar que los hombres son como lobos, o con mi hermano a los cinco años de espaldas a quién leía, pero escuchando atentamente. Los dominicos que discutían en esa sala lo sabían, eran conscientes de que los muertos revivían de alguna manera cada vez que ellos se juntaban allí, y sabían también que algún día ellos ocuparían su lugar para iluminar a los vivos. Haber estado en esa sala hace unos días hizo que yo fuera parte y la piedra de las paredes ahora también es testigo de de mi paso por allí.

Para seguir pensando
Me gusta pensar que en los museos siempre estamos "a lo oscuro" comunicándonos con distintos pasados. La pregunta es cómo hacer para que los muertos no se conviertan en enemigos voraces sino en nuestras raíces para vivir mejor nuestro presente. Los cuentos, claro, siempre son buena idea, especialmente si ya vienen rodando hace mucho porque es probable que las voces que traen tengan que ver con las preguntas del mundo y sus posibles respuestas.
¿Qué películas o relatos hablan de esto? Van dos al paso y espero que me manden otras/os
"Los otros" película de Alejandro Amenábar
"El pájaro azul" de Maeterlinck


*Lower Eastside Tenement Museum

25/11/10

¡No me dejaron entrar!

¡No me dejaron entrar a la Biblioteca de la Universidad de Salamanca! Abrí la puerta de vidrio porque había gente adentro. "¡No!" me gritó un hombre de campera marrón y corderito en el cuello "¡Es para catedráticos!¡¡Psst!!" y me quedé mirando a través del cristal en el medio de un perdón poco convencido y un enojo seguro. Pero no me fui, me quedé. Me di cuenta de que si movía la cabeza podía ver lo que una mujer en el centro mostraba, me di cuenta también que si acercaba el oído también escuchaba. Vi partes de libros antiguos abiertos al medio, vi los guantes de tela para maniobrarlos, escuché "incunables", "pergamino", "tinta de nuez" y no necesité más. Lo prohibido se mostraba como a través de una cerradura y alcanzó. Alcanzó para que yo viera a estudiantes de todas las épocas pasar sus manos y sus ojos por esos escritos, para que me preguntara si apoyaban la mano en la cabeza o leían pasando el dedo. Alcanzó y mis imágenes construidas a partir de las pocas fuentes de lo prohibido se hicieron grandes, deliciosas, llenas de manzanas del árbol del bien y del mal. Y me fui, tranquila, porque me habían echado del paraíso, pero no habían podido evitar que comiera su fruta.

Los textos prohibidosEs muy probable que cada uno de nosotros haya accedido a un libro prohibido y posiblemente no haya olvidado el placer de ese encuentro entre tembloroso y urgente.
¿Es posible recuperar algo de esta sensación al contar una historia o al explicar algo sobre una pieza?

Sí, si se da oportunidad al otro de completar con su imaginación lo que se cuenta. Poder ofrecer relatos o explicaciones en donde no todo esté dicho y donde queden zonas oscuras es una manera de guardarse algo para que el otro lo busque.
Sí, si se atraviesa el texto o el saber que se quiere contar con todo el cuerpo y se lo entiende como "desacomodador" y desafiante.
Va un texto de Ma Teresa Andruetto:
¿ Cómo se hace para estar en el centro y en los márgenes? En toda cultura trabajan dos mecanismos contrapuestos: la tendencia a la variedad y la tendencia a la uniformidad. También sucede eso al interior de cada escritor y entonces la escritura se coloca en un punto de tensión entre esos dos extremos: diversidad/ uniformidad. Mientras preparaba estas líneas me llegó una entrevista a Enrique Butti. Leo un párrafo porque dice, de un modo más eficaz que el de mis palabras, la posición en que me interesa colocarme a la hora de escribir: Lo que debe preocuparle al escritor es tratar de escapar de sus límites o, por lo menos, tratar de cavarse túneles, fosos, pozos, ir más allá. Nuestra época canta loas a los escritores bien pautados y de senderitos asfaltados, cuando no de bien señalizadas autopistas. La alternativa la constituyen los autores que, merced a su vagabundeo, han dilatado los alcances y la amplitud de su estilo, autores preocupados no por estampar su firma en cada línea de sus libros, sino arrebatados por saltos mortales siempre más allá...” ANDRUETTO, María Teresa: (2006), en http://www.teresaandruetto.com.ar, http://www.teresaandruetto.com.ar/pagina-viva.htm, [fecha de consulta: abril, 2010].

22/11/10

Bloc, plooc, blouc

Siempre asocié las onomatopeyas con ciertas narraciones infantilizadas. El patito que hace cuac cuac, el pollito que dice pi pi, el viento que sopla blum, blum. Cuando una historia traía este recurso o un narrador lo ponía en marcha la desconfianza saltaba enseguida. Desde que vi- gracias a mi profesor Eduardo Castro- la forma en que Darío Fo usaba ese tipo de sonidos en "La fame dello zanni", empecé a entender las cosas de otro modo. Él lograba un texto de una potencia maravillosa al representar una escena en donde los gestos del cuerpo se iban enlazando con onomatopeyas y palabras generando una escena en donde los sucesos cobraban una vida inesperada.

El Museo Municipal de Salamanca
Al
bajar las escaleras del Museo Municipal de Salamanca me encontré con un actor que hacía las veces de dueño de casa: el médico de la familia real. La representación era al aire libre. Un aljibe, el patio a cielo abierto, las molduras de la edificación y un viento suave como único sonido venido de afuera. Seríamos veinte personas de pie mirando al personaje contar su historia. Éramos cómplices por ese rato de este relato y aunque nos quedaba poco de los niños que habíamos sido, sentíamos fascinación imaginando la vida real vista desde esos ojos. Pensé en Eliane Gurian y su espacio 2.5 porque siendo extraños compartíamos un espacio de museo sin necesidad de hablarnos.

Bloc, plooc, blouc
Para contar sobre el nacimiento de los hijos
de Isabel La Católica y Juana "la loca", el actor, repetía un sonido y un gesto que daban cuenta de "las aguas" del alumbramiento. Varias veces volvió a hacer lo mismo y a mí me gustó ver cómo ocurría. Era preciso en sus movimientos y el parto parecía desarrollarse de una manera casi coreográfica. Como si se tratara de un baile las manos y las onomatopeyas se unían para mostrar esa escena.
Pero no sólo me atrajo lo visto, sino que me parecía que caía en el lugar justo. Me daba la impresión de que esa escena repetida contaba algo que no estaba dicho en las palabras,
algo que aunaba a madre e hija...tal vez la facilidad para tener tantos hijos, tal vez la pobre ayuda sanitaria que ni el poder de aquel entonces podía lograr mejorar, tal vez la cordura de una y otra que en algún momento "rompió fuentes".

Para seguir pensando
¡Creo en las onomatopeyas como recurso! Me gusta cómo condensan ideas y emociones y cómo dan movimiento al texto. Pero, claro, sigo pensando que no son garantía...
Usar co ro co cós al lado de la palabra gallina, me resulta innecesario y es probable que muchas veces esconda una representación empobrecida del lector. Quizás el secreto para un uso creativo de este recurso es decir algo más, agregar una nueva voz a lo que se está contando. Una voz que además provoque un contraste que sea capaz de iluminar la historia.

17/11/10

Pícaros cuentos pícaros

El Museo Internacional del Estudiante presenta en su página web una colección de más de dos mil quinientas piezas que dan cuenta de distintos aspectos de la vida estudiantil (el ejemplar más antiguo data del siglo XVI) . En esta entrada quiero hacer foco en uno de los pliegos de cordel, esos "libritos" económicos que vendían los buhoneros a quienes quisieran comprarlos. El nombre de "pliego" es porque no se cortaban las hojas impresas, simplemente se doblaban; lo de "cordel" porque solían estar atados con un hilo.


El título del pliego ya nos predispone bien, reír con la panza llena es una conjunción digna de Gargantúa y Pantagruel. Estas palabras plantean un pacto con el lector muy claro, ya sabemos a qué vamos cuando entremos al texto. A modo de anuncio presenta lo que va a proponer después. Hay promesa de buen rato, de risa abierta, de momento de placer, de comida después de la comida.

"Picaros hay con fortuna,
y picaros hay sin ella,

en esta picara vida,
que picaramente rueda."

A lo largo de todo el texto lo "pícaro" repica y salpica a los personajes de esta historia. La repetición de un sonido similar hace pie en la fuerza de las consonantes que como tambor van golpeando el relato. La saturación de una misma familia de palabras ejerce un poder sonoro que se entrelaza con una historia disparatada en donde un término central toma distintos lugares y funciones. No es raro ver en la imagen superior a un joven con una vihuela, pareciera que el recitado oral-musical de estos versos se impusiera. A modo de canción es muy probable que el sentido final del texto se complete con el gusto por escuchar el cómo estas palabras similares se entrelazan con los sucesos de la vida de este joven. Para buscar un ejemplo actual propongo, para el que no lo conoce, el texto de Luis Ma Pescetti "Cuento de amor y de amistad" (ir al video- ir al texto escrito)

Para seguir pensando
  1. La asociación del humor con la vida del estudiante parece natural. Es habitual asociar esa época de la vida con el tiempo para reír en compañía de otros. Los chistes, las imitaciones satíricas de los profesores, los relatos de humor negro, la parodia de cantos y textos, son algunas de las formas en que suele aparecer la risa. Llama la atención las pocas veces que aparece lo humorístico en relación a la visita a un museo y es extraño porque si se habla de "educación en museos" es porque consideramos que el visitante se convierte por un rato en estudiante. ¿Por qué no poder invitar a una experiencia de museo "extracotidiano" (Chiqui González) que tenga algo del tiempo en donde el aprender va de la mano de la risa?
  2. ¿Por qué no incorporar estos juegos de palabras en los textos de carteles o probar recibir al visitante con un verso de estos? ¿Hace falta empezar siempre con la biografía o la historia?